Quién no recuerda con cariño a su abuelita cocinando para toda la familia para un cumpleaños o celebración. Yo sí y con mucha ternura.
Desde que tenía cinco años, la veía atenta cocinar para todos. Utilizaba una cocina de adobe, leña de algarrobo y una cuchara de palo para preparar en su jardín los tamalitos verdes que tanto nos gustaba.
Mis primos, mi hermano y yo jugabamos a la casita (armada de palos y hojas de árbol) y, como toda labor de hogar, también ayudábamos en la cocina. A desgranar el choclo, a soplar a todo pulmón para que su cocina de leña funcione; mientras que ella preparaba el pavo horneado, que en un dos por tres estaba listo para meterlo al horno. Y mis tíos, por su lado, preparaban una riquísima parrillada, con generosas chuletas, carnes y chorizos. El resultado: todo un festín de recuerdos, difícil de olvidar.
Hoy recuerdo esos años maravillosos en que toda mi familia se reunía los domingos, cuando todos eramos pequeños sin importarnos ningún tipo de problema, cuando veía a mi abuelito sentado en su hamaca conversando con mis tíos, tomando cerveza y chicha de jora. Cuando nos juntábamos para reír, comer y pasarlo en familia. Cómo me gustaría volver por unos minutos a esos años maravillosos y vernos a todos reunidos, siempre así.
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