18 abr. 2007

Mordiendo la taza de café

Debo tomar café, pensé. Era para armarme de valor. Que sea cargado. Mientras lo preparan, veo el panorama y es tan negro como mi bebida. "Voy a la cama 25", "yo a la 12", gritan desesperadas dos de las veinte personas aglomeradas cerca a una puerta. Estoy a diez pasos de la sala de emergencia. Estoy en un hospital, a punto de ingresar, muerdo mi taza de cartón.

Más cafeína antes de cruzar. No estoy preparada aún. No para enfrentar lo que hay dentro. Más café. Mi estómago está ácido. Miro alrededor. Más personas. Un ciento de ellos guardan turno de ingreso, sentados en sillas blancas. Algunos se acercan despacio hacia el vigilante. Ruegan. Quieren entrar.

Tomo un sorbo. El sabor sigue amargo. Tan amargo como cuando recibí la noticia. Esa abuelita de mi mejor amiga, la mujer sonriente que ví el 31 de diciembre, la que tenía en su cuello cintas amarillas, la que le regaló una bicicleta a su nieta, la que abracé cuando el reloj apuntó la media noche, ahora está detrás de esa puerta.

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13 abr. 2007

Machupichu al ketchup



Ya que nuestro gran Machupichu fué, está y estrará de moda, nos atrevimos a dibujarlo pero con cuchillo y ketchup.

Una de las páginas que llamó mi atención cuando visité el Blog de Garbancita es ketchupart. Aquí los artistas y aficionados se insipiran utilizando elementos nada fáciles de manejar para hacer sus obras de arte.


Desde ya dibujar a Machupichu es un reto, dibujarlo con ketchup y cuchillo lo es aún más. Requiere mucha; pero mucha paciencia. Otro de los dibujillos que intenté hacer es una jarra de chicha piurana. Aquí el intento.

Usted podrá encontrar dibujos graciosos desde un payaso hasta un cuatro ojos sacándole la lengua. Inclusive Mao Tse está en Ketchupart. Para ver dibujos vaya aquí.

12 abr. 2007

Mis costillas y yo

El camino de la Joyería de mis tíos a casa me lo sé de memoria. Tanto tiempo que viví en Piura. Pero en el cambio de semáforo, Pepino, como le decimos de cariño a mi tío, giró su auto a la derecha. Era casi las dos de la tarde y en casa nos esperaba la comida lista. ¿Dónde vamos? Tú síguenos nomás, me callaron.

Después de 4 minutos (la ciudad es chiquita) caímos en un bar-restaurante. Pero no era un bar cualquiera. Era el bar, con tradición y todo, uno de los más antiguos de Piura.

Pronto llegaron esas costillas de cerdo con 'majado de yuca' súper humeantes, calientes y de sabor indescifrable, sazonadas con un no lo sé, que me hicieron olvidar que el local estaba oscuro, que había bulla por todos lados, que jamás había escuchado el nombre de ese restaurante. Me olvidé de todo. Sólo eran las costillas y yo. No le hice caso ni al ceviche ni a los demás platos de la mesa. No existía nada más.

Mis tíos hablaban sobre las comidas típicas antiguas de Piura; pero yo no oía. Estaba sorda y muda. Lo único que recuerdo es que el bar se llama Teresa, que todos conocen cómo llegar, menos yo. Pero lo que sí sé es que salí con la barriga llena y el corazón muy contento.