18 abr. 2007

Mordiendo la taza de café

Debo tomar café, pensé. Era para armarme de valor. Que sea cargado. Mientras lo preparan, veo el panorama y es tan negro como mi bebida. "Voy a la cama 25", "yo a la 12", gritan desesperadas dos de las veinte personas aglomeradas cerca a una puerta. Estoy a diez pasos de la sala de emergencia. Estoy en un hospital, a punto de ingresar, muerdo mi taza de cartón.

Más cafeína antes de cruzar. No estoy preparada aún. No para enfrentar lo que hay dentro. Más café. Mi estómago está ácido. Miro alrededor. Más personas. Un ciento de ellos guardan turno de ingreso, sentados en sillas blancas. Algunos se acercan despacio hacia el vigilante. Ruegan. Quieren entrar.

Tomo un sorbo. El sabor sigue amargo. Tan amargo como cuando recibí la noticia. Esa abuelita de mi mejor amiga, la mujer sonriente que ví el 31 de diciembre, la que tenía en su cuello cintas amarillas, la que le regaló una bicicleta a su nieta, la que abracé cuando el reloj apuntó la media noche, ahora está detrás de esa puerta.

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1 comentarios:

::Alejandro:: dijo...

A pesar de la dificultad del tema, escribiste algo bello que me estremeció el alma, bello y triste a la vez, como tantas cosas que tenemos que vivir en esta vida. Fuerza y tranquilidad, K...

Un abrazo,

Alejandro