
Es su costumbre, me dijo una amiga que vivió en Argelia y quien me llevó a conocer este nuevo mundo de comidas desconocidas aún. Estaba en un restaurante árabe en Miraflores-Lima, con la carta en la mano, sin saber qué escoger, muriendo de hambre; leyendo nombres como shawerma, falafel, fattoush, argilah y muchos más. Y yo seguiendo sin entender.
Después de mirar, leer, releer, voltear la carta, decidí conocer el shawerma y el falafel. La comida árabe -me explicó mi acompañante- es deliciosa, exótica, emplea yugurt para sus salsas, condimentos como azafrán, ajo, páprika, carnes como cordero, verduras como berenjena, etc.

Dicho y hecho. Primero me sirvieron una canasta de pan (los tan conocidos panes árabes) y una ensalada de verduras (berenjena, col, zanahoria, etc.) Al mismo que debía agregar una salsa de yogur.

Pronto vino el Shawerma, un plato de arroz amarillo con sabor particular, cordero con champiñones y una crema de garbanzos con puntos de páprika. Alusinante.
Llegó el falafel. Eran croquetas de garbanzo de color oscuro, que se acompaña con salsa de yogur.

Con la mesa llena, probando de todo, me dije, es una buena tarde. Pues descubrí nuevos sabores con la sensación de haber comido por primera vez comida árabe.